Paola V., una mamá residente en la ciudad de Güemes vivió seis años un intenso calvario. Ella formó una segunda pareja con un hombre 15 años mayor. Para Paola los primeros años de convivencia fueron normales, solo notaba que era un poco celoso, pero atribuía esos celos a la diferencia de edad. Con el correr de los años las expresiones de celos se fueron intensificando y llegaron las primeras agresiones verbales: «Creo que la primera acción realmente agresiva y posesiva hacia mí fue que me obligara a tener más hijos, yo no quería porque ya tenía dos de una pareja anterior y él también ya era papá, pero me vi obligada a tener hijos, no me arrepiento por ellos (son dos, de 4 y 5 años), los adoro, pero en ese momento me parecía que no era necesario y no estábamos bien».
Para entonces aparecieron las primeras agresiones físicas. Paola fue agredida por su marido estando embarazada, los insultos y golpes no solo no cesaron, sino que se fueron haciendo más intensos. «Yo le tenía miedo; comenzó a beber mucho. A pesar del miedo estaba convencida de que no podía alejarme de él, me sentía incapaz de mantener a mis hijos, algo que se encargaba de recordármelo a diario, estaba sometida económicamente. Era una situación desesperante».
Paola lo denunció varias veces en vano: «En una oportunidad casi me asfixia, a pesar de eso no quedó detenido, cómo confiar entonces en la Justicia, él siempre regresaba a casa».
El punto de quiebre fue una agresión hacia sus hijos mayores (11 y 14 años). Ahí quedó preso por 4 años. «Está cumpliendo la condena pero va a salir y no sé qué irá a pasar, espero estar fuerte cuando eso suceda. A pesar de haber quedado sola puedo mantenerme y mantener a mis hijos, aprendí que se puede, tengo la ayuda de la Asignación Universal y Tarjeta Alimentar, además elaboro y vendo comidas, atiendo un negocio y limpio casas, hago de todo; es duro, pero me siento libre y en paz», finalizó.