La historia de Carlos Arapa, el Payogasteño, que vive en Buenos Aires quien se recuperó rápido del coronavirus, con un tratamiento de plasma de pacientes recuperados.

Soltero, sin hijos, criado en el pueblito salteño de Payogasta, Carlos Arapa está convencido que «me pesqué el bicho a través de mi padre, Julio (59), con quien compartimos un plato de comida. El viejo tenía una gripecita, no parecía nada complicado, pero finalmente él estaba infectado. Todavía la está peleando, internado, pero en vías de recuperación».

Carlos Arapa: «Estaba muy bajoneado, la fiebre y la falta de oxígeno me habían golpeado tanto que ya no tenía fuerzas para salir adelante».

El derrotero de Arapa es, al menos, llamativo. El sábado 2 de mayo sintió unas líneas de fiebre y «empecé a cranear, a sentir mentalmente que estaba enfermo, no sé. La fiebre no aflojó, me fui a dormir, me levanté en medio de la noche empapado. Pese a que no me podía sacar el covid de la cabeza, me di una ducha y me fui tempranito,el domingo, al hospital».

Arapa explicó su sintomatología a los médicos, que lo revisaron, le hicieron análisis, un hisopado y lo medicaron para bajarle la fiebre. Se encontraba mejor y volvió a su casa. «Me fui del hospital convencido de que tenía un estado gripal». Pasaron 48 horas y le avisan del hospital que había dado positivo.

«Como vivo solo, les dije que me quedaría en casa, aislado». Pero  con el transcurrir de los dias, el cuadro clínico se complicó producto de mucha tos y falta de aire. «A las 9 de la mañana del lunes 11 la ambulancia estaba en la puerta de mi casa. Sentía que me moría».

Volvió al hospital adonde había estado la semana anterior, «pero ahora la situación era grave, aunque yo pensaba que tenía neumonía. Me sentía con falta de oxígeno y después de una placas que me tomaron tenía los pulmones en muy mal estado. Me dijeron que estaba complicado y al otro día me trasladaron a terapia intensiva».

Recuerdo los síntomas que tenía y a Arapa se le estruja el alma. «Es un estado espantoso, no se lo deseo ni a mi peor enemigo. Yo estaba sin fuerzas, casi entregado, hasta que uno de los médicos me pidió autorización para hacerme un tratamiento con plasma de un paciente recuperado. Obvio que le dije que sí, y por suerte mi organismo no lo rechazó».

Una expresión de alivio seguida de una sonrisa transmite Arapa cuando dice que «la recuperación fue rapidísima, recuerdo que ya al día siguiente estaba con más fuerza, con mayor capacidad respiratoria, de hecho el oxígeno que me aplicaban vía nasal sentía que no lo necesitaba. Y así pasaron unos días, me mandaron a una habitación común y el 22 me dieron el alta. Ya estaba volviendo a ser, quería moverme, caminar, no aguantaba estar en la cama«.

«Si bien sabe que el plasma se utilizó para neutralizar el virus, para el  fue como la cura milagrosa, fue como el remedio para aliviar el terrible malestar.

Sabe que no está del todo curado definitivamente, esta esperando hacer nuevos hisopados para que le dé el bendito ‘negativo’, aclara.

Fuente: Diario Clarín

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